
Prefacio
Este desorden no es como tu desorden. O tal vez sí. Este desorden es un desorden que cuesta muchísimo ordenar, por más pequeño que sea. Toma horas. A veces incluso días. Pero al final del día, de todos los días, no importa si lo hago desaparecer, si lo ordeno, siempre vuelve ahí.
Varían los componentes del desorden. A veces son vasos vacíos. A veces son cremas para la cara. A veces son botones, hojas arrugadas, pilas sin carga, órdenes médicas, pelotitas rebotinas llenas de escarcha, aretes que usé la semana pasada, cucharas con las que comí el arequipe después del almuerzo, flores a medio marchitar que arranqué de la matera para poner a secar y convertirlas en un separador de los libros que siempre dejo a la mitad.
Tal vez este desorden es la manifestación física del desorden que hay en mi cabeza. Todo lo traduzco a pendientes que, no importa qué tan fáciles sean de diligenciar, pueden tomarme semanas, meses. Tengo pendiente desde julio leer aquel libro de poesía italiana, y desde marzo terminar por lo menos el segundo capítulo de ‘The cuckoo’s calling’. Todos los días tengo pendiente escribir en ese cuaderno rosado cómo me siento, una cita que casi nunca cumplo. Tengo pendiente oír un podcast que guardé en mi playlist hace dos semanas. Desde julio tengo pendiente arreglar el abanico al que se le despegaron tres de las tabletas de la tela dorada. Tengo pendiente desde agosto recargarle las pilas a mi carrito a control remoto, pero primero, tengo pendiente encontrar el cargador de esas pilas. Tengo pendiente desde el miércoles saber qué hacer con ese juguete pegajoso verde en forma de ciempiés, encontrar dónde guardarlo. ¿Quiero guardarlo? No sé, luego se me olvida que existe. Tengo pendiente desde esta tarde llevar ese pote de helado vacío a la basura, botar la arveja en la caneca de orgánicos y poner la cuchara en el lavaplatos. Tengo pendiente guardar el candado de mi maleta de viaje, del cual volví hace tres semanas. Tengo pendientes todas las citas que no he podido tener con Noah, mi novio.
Lo único que no tengo pendiente es levantarme temprano. Todo menos mi sueño puede esperar.
Ojalá a mi mente también pudiera ponerle ‘Off’ de vez en cuando.
Si a los cerebros se les pudiera hacer una radiografía metafórica, en la que no se ve la materia gris ni los lóbulos, sino dispuesta como una foto de un espacio ocupado por cosas, esta sería la mía.
Mañana es otra, y pasado mañana otra; siempre dependiendo de la interminable lista de cosas que tengo por hacer que siempre terminan en un segundo o tercer plano en el orden de prioridades, superadas siempre por la necesidad inabatible de estimular mi actividad cerebral, de mamar gallo.
Mi desorden no es como el tuyo porque, según lo que me comentó una vez el neuropsicólogo David Pineda, es muy típico de las mujeres con TDAH. O a lo mejor, mi desorden sí es como el tuyo, y entonces mi desorden no está solo y el tuyo tampoco.


Reportaje
El caos armónico: La realidad del TDAH en la vida adulta
En un mundo donde la mente parece estar obligada a seguir una partitura muy rígida y estructurada, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se revela como un desafío omnipresente para millones de adultos. Este trastorno representa una complejidad muy alta para desarrollar la vida a nivel neurológico, comportamental y social bajo dinámicas diseñadas para cerebros ‘comunes’.

Producción: Laura Vélez Hernández
La vida se vuelve curiosa cuando la mente funciona bajo su propia agenda. Con su propio y caótico ritmo. Con su propia y desregulada velocidad. Con sus muy caprichosas y a veces egoístas reglas. En el caso de Felipe, de 25 años y diagnosticado a los 5, es como tener una conversación con alguien mientras tiene puestos unos audífonos que reproducen música a todo volumen; y su hermano Daniel, de 32 y diagnosticado a los 11, siente que lo controla un cuarto de máquinas al que él no tiene acceso ni puede manejar. Para ellos, así como para 366 millones de adultos en el mundo que también tienen Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), estas situaciones no son ocasionales sino el pan de cada día –y también– de cada noche.
Es un trastorno aturdidor y a la vez silencioso. Es disruptivo y también muy escurridizo. Es una sinfonía de extremos. Es una danza atropellada entre una creatividad brillante y una atención selectiva, enmarcada en un tiempo que transcurre a un ritmo diferente. Hay momentos en los que se vuelve incapacitante. Y últimamente parece ser que todo el mundo se ha inscrito en aquella clase de baile.
Puntualmente el TDAH [ADHD por sus siglas en inglés] es una condición neuroconductual –pues se ven afectados tanto componentes neurológicos como comportamentales– que se entreteje en el cerebro como un tapiz complejo y multifacético de síntomas que pueden llegar a verse como un problema o también pueden traducirse en habilidades o desafíos de quienes lo padecen.
La Clínica Mayo en Estados Unidos explica que el TDAH se caracteriza por ser una condición mental que combina diferentes manifestaciones como la falta de atención, la hiperactividad y la conducta impulsiva, todas suceden de manera persistente. La Asociación Americana de Psiquiatría agrega que esta condición ocurre en forma de patrón que interfiere con el funcionamiento o el desarrollo de la persona, y los síntomas están presentes en dos o más escenarios de la vida cotidiana, los cuales impactan negativamente en el funcionamiento social, académico u ocupacional de quien lo padece.
Pero para las personas que experimentan esta condición significa mucho más que eso. Los síntomas del TDAH se camuflan o se exacerban con emociones o correlaciones que ellos mismos desarrollan alrededor de un diagnóstico.
“Según mi experiencia, al principio, lo describiría como mucho miedo. El hecho de que a los ocho años te digan ‘tienes un problema’ es difícil, –describe Camila, de 27 años y diagnosticada cuando tenía 7– y aceptar ese problema da mucho miedo y da mucha rabia. Hoy en día, después de mucho tiempo que me costó aceptarlo, ya me río y lo tomo desde el chiste”.
Por su parte Gabriela, de 25 años y diagnosticada a los 6 dice:
“He aprendido a verlo como una ventaja o una herramienta más que como un enemigo. La verdad agradezco tenerlo, siento que me da muchas ventajas sobre las demás personas, eso sí, siempre y cuando sepa y pueda manejarlo”,
Para Viviana, que tiene 49 años y recibió su diagnóstico apenas un par de meses atrás, la tarea de reconocerlo y aceptarlo sigue siendo un reto. “Sigo identificándolo, pero me he sentido muy frustrada. Soy super optimista y me he sentido capaz de hacer multitask, que hago muchas cosas, pero todavía me cuesta mucho centrar la atención”.
Y a pesar de que con los años algunos pacientes de TDAH empiezan a llevarlo de la mano, más como una añadidura que como un suplicio, sin duda es una condición a menudo incomprendida y estigmatizada, en buena parte debido a la ambigüedad que en ocasiones caracteriza la información que la rodea.
TDAH: un trastorno, no una enfermedad
El TDAH, como la mayoría de los trastornos mentales, no tiene una causa específica a la que se le pueda atribuir su desarrollo como sí pasa con las enfermedades.
Según el neuropsicólogo colombiano David Pineda, especializado en TDAH, salud mental y farmacodependencia, esta condición se considera como trastorno porque “tiene un impacto en el funcionamiento de la persona. Es una forma de ser que causa problemas, y por eso se considera que genera una alteración del bienestar (...); y porque no hay una causa del problema más allá de los genes de la persona y la falta de adaptación o ajuste a ciertas exigencias sociales”.
Sin embargo, a pesar de que no existe un motivo particular, determinado y confirmado para desarrollar el TDAH, sí se ha encontrado una correlación entre la mutación de genes que están involucrados en la transmisión de dopamina en el cerebro con el desarrollo del TDAH. Este desarrollo del trastorno también puede ocurrir cuando la persona sufre lesiones cerebrales, algunas complicaciones durante el parto o incluso por factores ambientales.
En el cerebro, la dopamina y la norepinefrina son neurotransmisores que regulan diferentes procesos y están principalmente relacionados con el sistema de recompensa y placer, la atención, la motivación, la función cognitiva, la memoria, el estado de alerta y la regulación emocional y del movimiento. En otras palabras, el rol que cumplen en el cerebro es fundamental para que otras actividades se lleven a cabo de la manera correcta.

Principales funciones de los neurotransmisores involucrados en el TDAH.
Pero la relación que tienen con el TDAH es un poco más compleja y todavía no del todo descrita o identificada.
En los cerebros de personas con el trastorno los niveles de ambos neurotransmisores son menores que aquellos de los cerebros ‘sanos’. Desde hace 20 años se conoce que los genes que afectan la función de la dopamina pueden causar que algunos de sus receptores y transportadores no funcionen correctamente, lo que lleva a una disminución en la actividad (de las vías de dopamina en el cerebro), especialmente en áreas relacionadas con la atención.

Genes A y B alteran el funcionamiento correcto de los receptores y transportadores de la dopamina.
Es decir, cuando esta serie de genes relacionados con la dopamina y la norepinefrina tiene mutaciones, cierta cantidad de los receptores y transportadores de estos neurotransmisores no funcionan de manera adecuada.
Y aunque todavía no es clara la relación específica de estos genes con mutaciones, que afectan el ciclo de la dopamina en el cerebro, la conclusión de cientos de estudios diferentes realizados en distintos países y con poblaciones y familias diversas es siempre la misma: El TDAH es un trastorno altamente hereditario, estimado en un rango entre el 74 y el 88%.
El caso de Viviana es ejemplo. Cuatro meses atrás su hijo fue diagnosticado con TDAH. En conversaciones con el psiquiatra que emitió la determinación ambos se dieron cuenta de que ella también tenía esta condición que le heredó a su hijo y había vivido con ella durante 49 años sin sospecharlo.
Además de aquella predisposición genética, otros factores como golpes o lesiones en la cabeza (que generan trauma cerebral), la exposición al alcohol, al cigarrillo o a sustancias psicoactivas durante el embarazo, o a ciertos químicos como el plomo, aumentan las probabilidades de que un niño desarrolle la condición.
Pineda señala que otras posibles causas responden a eventos como la hipoxia neonatal o la hipoxia intrauterina durante el proceso del parto, o cuando el bebé se demora para nacer, o nace con doble vuelta de cordón umbilical alrededor del cuello, o incluso, el que requiere el parto instrumentalizado.
¿Qué pasa en el cerebro?
Stephen Faraone, psicólogo estadounidense experto en TDAH, epidemiología y genética psiquiátrica explica que “la habilidad de autorregular nuestro comportamiento, nuestras emociones, nuestra cognición se desarrolla entre el nacimiento y los 30 años. Ahora, en el TDAH hay una descompostura en esa habilidad de autorregularse, y se cree que es porque hay partes del cerebro involucradas en el proceso de autorregulación que están afectadas de alguna manera”.
Esas afecciones se pueden atribuir a factores como el tamaño, los niveles de actividad y las señales químicas que viajan a través del cerebro, causando entonces una diferencia significativa en la forma como este funciona, y por lo cual termina siendo un gran reto el poder organizar, planear, manejar las emociones, concentrarse, retener información en la memoria y tantas otras características que hacen parte del día a día de una mente TDAH.

Principales regiones del cerebro afectadas por el TDAH.
La función de la dopamina y del lóbulo frontal son las más estudiadas hasta ahora, las cuales indican las diferencias más significativas entre un cerebro común y uno con el trastorno. Los estudios aseguran que es en el lóbulo frontal donde hay más afectación en personas con TDAH.
Como los niveles de la dopamina y de la norepinefrina están disminuidos, las funciones del cerebro que dependen de su acción también terminan en desventaja. La dopamina tiene unas rutas, unos caminos, que ‘alimentan’ diferentes regiones del cerebro. Cuando el cerebro padece de TDAH esas rutas se truncan y resultan en desequilibrios en la función y estructura de diferentes redes neuronales que, por consiguiente, pueden hacer que el cerebro transmita mensajes de manera menos efectiva.

Las tres rutas principales de la dopamina en el cerebro.
Por otro lado, el lóbulo frontal se encarga de funciones fundamentales como la planificación y organización, atención, autocontrol, memoria, comunicación, resolución de problemas, control de impulsos, lenguaje, comportamiento social, motivación y juicio. Mejor dicho, el lóbulo frontal se encarga de la mayoría de las actividades cognitivas y conductuales que tienen todas las personas, pero en los cerebros con el trastorno estas actividades se ven disminuidas y bastante obstaculizadas.
Según la Asociación de Trastorno por Déficit de Atención (ADDA por sus siglas en inglés) “la región frontal del cerebro es la parte más afectada por el TDAH. Esta parte del cerebro puede madurar a un ritmo más lento o mostrar actividad y conectividad alteradas en personas con TDAH”.
En una conferencia del 2009 realizada por el Centro para la Concientización del TDAH (CADDAC por sus siglas en inglés) de Canadá, el neuropsicólogo estadounidense experto en este trastorno, Russel Barkley, expuso cómo el trastorno se traduce en una alteración o reducción de las funciones ejecutivas del cerebro, aquellas que involucran acción:
“El lóbulo frontal, el sistema ejecutivo, es donde tomas lo que sabes y lo aplicas en tu vida cotidiana. No se trata de dónde sabes algo, se trata de donde usas lo que sabes. La parte trasera del cerebro adquiere el conocimiento. La parte frontal del cerebro lo pone en práctica. El TDAH ha separado estos dos como con un cuchillo de carnicero. Entonces en realidad no importa lo que sabes, simplemente no puedes usarlo tan efectivamente como lo hacen otras personas. El TDAH es un trastorno de rendimiento. No puedes hacer las cosas que sabes cómo hacer. No es un trastorno de conocimiento. La mayoría de las personas con TDAH saben tanto como cualquier otra persona de su barrio, con su educación, y de su edad. Pero no pueden usar [ese conocimiento] con siquiera un grado de efectividad cercano al de los demás. Entonces las personas con TDAH saben qué hacer, pero no pueden hacer lo que saben”.
Estas alteraciones hacen que realizar una acción, por sencilla que parezca y por más ‘automatizada’ que esté en el cerebro de las personas, requiera de mayor inversión de energía y esfuerzo mental para quienes padecen de TDAH.
Barkley señala que cualquier actividad requiere de una secuencia de acciones para poder ser llevada a cabo con éxito. En el caso de las personas con el trastorno, esta secuencia de acciones está completamente desordenada y no se da en forma de secuencia sino como de crucigrama la mayoría de las veces. A eso se debe la dificultad de poder terminar las tareas y es también el motivo por el cual cuesta tanto iniciarlas.
Tareas tan sencillas como lavarse los dientes, es algo que se hace todos los días y varias veces al día. Cualquier persona mayor de seis años sabe cómo hacerlo. Es rutinario. Es cotidiano. Es automático. Pero lo que para la mayoría de personas es tan básico como poner la crema sobre el cepillo dental y moverlo hacia arriba y hacia abajo durante dos minutos, para las personas con TDAH implica un proceso un poco más complejo. Puede sonar exagerado e incluso ridículo, pero es una realidad atada a la manera como funcionan las mentes con esta condición.
*Usa el deslizador para ver el cambio de imágenes.
Rutina con y sin jerarquía y secuencia para una persona con TDAH.
Y aquella fatiga que resulta de la demanda de energía adicional que implica hacer casi cualquier cosa no es inmediata. El cerebro no queda cansado después de tener que cumplir con aquella cadena de acciones para lavarse los dientes, pero aplicar la misma lógica y buscar una jerarquía de pasos a seguir en cada una de las acciones que se hacen en el día sí lo es. Sacar al perro, tomar una ducha, trabajar, leer el periódico, comer. Todo aquello, en las mentes TDAH, requiere e implica de un esfuerzo mental adicional que impulse a pensar y, lo más complejo, a ejecutar esa secuencia de acciones que aseguran el éxito de cualquier actividad. Y, por consecuencia, al final del día –o en muchos casos incluso antes– el agotamiento físico y mental es mayor.
¿Cómo se ve el TDAH?
El TDAH es elusivo y se disfraza fácilmente de mil maneras. Quizás por eso se afirma que es una condición infradiagnosticada en adultos. Quizás por eso muchas personas reciben diagnósticos errados por desórdenes como la depresión o ansiedad que tienen de base un TDAH no tratado. Quizás por eso es tan difícil para muchos diferenciar entre lo que son síntomas de un trastorno comparados con simples rasgos de la personalidad.
Lo más difícil de comprender en muchos casos, a la hora de intentar buscar un diagnóstico o procurar encontrar una respuesta por medios propios es que, al ser un tema comportamental, cuando no se tiene mucha información al respecto es muy fácil que los síntomas se camuflen a los ojos, incluso, de quien lo padece. Porque a cualquiera se le pierden las llaves. A cualquiera se le olvida una cita. A cualquiera lo distraen los ruidos de la calle. A cualquiera le es difícil concentrarse de vez en cuando. A cualquiera se le queda una canción pegada en la cabeza. A cualquiera se le olvida cargar la batería del celular. A cualquiera se le queda la estufa prendida.
Pero Faraone aclara que los rasgos de la personalidad no causan un problema latente. “La personalidad es una parte, una descripción de cómo se comportan las personas en el mundo. Si alguien es inatento, o tal vez un poquito hiperactivo, pero eso no le causa problemas serios en varios aspectos de su vida, entonces en realidad no sería diagnosticado con TDAH. Este trastorno es un trastorno porque causa angustia o discapacidad, y la personalidad no tiene ese efecto”.
Felipe refuerza esa idea. Para él es bastante obvio cuando alguien tiene el trastorno porque las características muy propias del TDAH siempre están presentes. “Mi hermano y yo podemos tener personalidades completamente distintas, incluso tenemos dos tipos diferentes de TDAH. Tenemos rasgos de personalidad muy diferentes en todo, pero las características propias del déficit nos unen. Yo siento que son muy evidentes”.
Sin embargo, aunque esos síntomas parecen muy obvios, Camila piensa que para varios casos la descripción de estos síntomas no es suficiente. “Yo siento que se quedan cortos –comenta– porque tú no puedes encasillar a una persona por cinco criterios. No; hay que mirar más a fondo. Hay muchas cosas que pueden ayudar a que uno no tenga buena atención, entonces por haber visto a la persona un par de veces no se le puede hacer un diagnóstico sin trabajar a fondo todos los aspectos de la vida”.
Para obtener un diagnóstico por TDAH es necesario cumplir con varios criterios y pasos que hacen parte de un proceso, de tal manera que lleve a una respuesta lo más concreta posible basada, casi de manera exclusiva, en la evaluación del comportamiento.
Los criterios establecidos por la Asociación Americana de Psiquiatría son nueve, pero para que sea considerado un caso de TDAH, el adulto debe cumplir con al menos cinco de estos, los cuales también deben afectar de manera significativa varios escenarios de la vida cotidiana, como lo son los trabajos laborales, académicos o los de casa. Además, estos síntomas que afectan el desempeño deben haber persistido al menos por seis meses, deben haber estado presentes desde antes de los 12 años y, sobre todo, no puedan ser explicados de una mejor manera por otra condición.
Este trastorno también tiene tres formas de presentarse. Existe el TDAH de tipo inatento, el de tipo hiperactivo, y el de tipo combinado. Cada uno tiene particularidades específicas y afecta con diferencias a veces abismales y a veces ligeras a los cerebros que tienen esta condición.

Los tres diferentes tipos de TDAH.
Hablando de números y cargas sociales
“Yo me sentía super desadaptada. Porque no sabía hacer nada, no me quedaba quieta, me la pasaba excluida, la gente no me entendía. Yo era una niña, ‘problema’ hasta que me lo diagnosticaron y me lo empezaron a tratar”, describe Gabriela.
Como el de ella los casos abundan. El sentimiento de incomprensión es un común denominador en las experiencias de casi todas las personas que viven con esta condición, aún si son conscientes de que la padecen o no.
Y aunque ‘padecer’ es un término acertado para estar sujeto a un trastorno, no siempre es el más acorde a como lo perciben quienes han sido diagnosticados. A veces este trastorno se puede convertir en una herramienta bastante útil que permite a los cerebros TDAH tener habilidades relacionadas con la creatividad y la resolución de problemas. A veces es un universo creativo fascinante. A veces es como un motor de fuerza. Pero a veces es como tener un pie atado a la pata de la mesa.
Como lo explica Jessica McCabe, actriz y escritora, quien se ha dedicado a hablar acerca del TDAH en YouTube, podcasts, conferencias y libros, “es como ser la persona más inteligente, la más estúpida, la más motivada y la más perezosa del lugar. Todo a la misma vez.”.
Es una situación comúnmente contradictoria. Pero Camila, Felipe y Gabriela están de acuerdo con que, a pesar de lo difícil que puede llegar a ser de a ratos lidiar con el trastorno, no condenan la suerte que los hizo desarrollarlo.
Y todas estas sensaciones y pensamientos ocurren dentro de la cabeza de las personas con TDAH, no solo porque para ellos mismos es confusa la forma en la que su cerebro se desempeña, sino por todos los prejuicios y conceptos sociales que existen alrededor de los trastornos mentales.
Más allá de las dificultades latentes que generan el millar de síntomas tanto en entornos académicos, como laborales, sociales y personales, quizás el mayor de los retos es el tener que lidiar con los momentos en los que los sentimientos, las confusiones, las preguntas e incluso las respuestas que las personas con TDAH tiene son invalidadas por los demás.
Cuando sus síntomas, en lugar de ser entendidos como tal, los convierten en etiquetas que muchos terminan por creerlas ciertas. Etiquetas muy hirientes. Etiquetas como ‘perezoso(a)’, ‘lento(a)’, ‘descuidado(a)’, ‘desinteresado(a)’ , 'irresponsable’. Cuando el trastorno en realidad lo convierten en una moda, en un invento, en ‘algo que le pasa a todo el mundo todos los días’.
Y en realidad, estas nociones ocurren, tal vez, por la falta de conocimiento al respecto de la severidad y frecuencia de casos de este trastorno.
Cerca del 9% de la población mundial vive con TDAH, según el Reporte Mundial de Salud Mental que realizó la Organización Mundial de la Salud en 2022. Pero a pesar de eso, menos del 20% de la población adulta que padece de esta condición tiene un diagnóstico sobre ella, lo que la hace un trastorno infradiagnosticado a nivel clínico. Sin embargo, es uno de los trastornos neuropsiquiátricos que tiene alta prevalencia (cercana al 7%) desde que los niños lo manifiestan hasta la adultez.
Porcentaje de adultos con TDAH diagnosicado
El tema es que muchos casos pueden pasar inadvertidos durante las etapas más tempranas de la vida porque los síntomas suelen asociarse al comportamiento común de un menor; pero a medida que crece y las responsabilidades aumentan, los problemas para manejar esos comportamientos también incrementan.
Faraone explica que “en realidad sí vemos un incremento en los síntomas y manifestaciones del TDAH cuando una persona se somete a grandes cambios. Ciertamente un trastorno lo que hace es causar caos en la vida de una persona, y eso demanda más autorregulación, lo que, por consecuencia puede empeorar los síntomas de TDAH que la persona ya tiene. Entre más demandas tenga una persona para lidiar con el mundo a su alrededor, puede también conducir a que los síntomas del TDAH empeoren, porque la persona básicamente está más estresada en esos circuitos del cerebro que tienen que hacer ese trabajo”.
Y es entonces cuando varios casos salen a la luz. Cuando toca limpiar la casa, ir al trabajo, presentar exámenes, ir a citas médicas, pagar los recibos, lavar la ropa, preparar la comida, llevar las cuentas del banco, solicitar trámites, y casi cualquier otra cosa que implique un mínimo grado de responsabilidad se vuelven tareas titánicas imposibles de lograr en un día que apenas tiene 24 horas o en una semana que apenas tiene 7 días.
Esto implica entonces buscar ayuda. Buscar a psiquiatras. Buscar información y guías de apoyo. Buscar estrategias para el diagnóstico y tratamiento que en muchos de los casos requiere de medicamentos como las anfetaminas o el metilfenidato. Buscar terapia comportamental, así como un profesional que haga seguimiento del caso para que vivir sea un poquito menos complicado.
El cerebro cuando está regido por ese a veces gracioso a veces tedioso emperador que es el TDAH funciona diferente. Incluso de maneras que ni los más experimentados psiquiatras, psicólogos, neurólogos, o cualquier otro experto que se dedique a explorar nuestra máquina de poder han sido capaces de entender por completo.
Este trastorno es tan real como es posible. Los síntomas son válidos. Las batallas son válidas. Pero no tienen por qué convertirse en una armadura de plomo para intentar desarrollar la vida como cualquier otro cerebro común.
Tanto Gabriela, como Camila, como Felipe y como Viviana están convencidos del cambio que significó en sus vidas porque no solo aprenden a vivir con él, a manejarlo, sino a compartir con él. A invitarlo a la mesa, al cine, al colegio, al trabajo. A dormir con él y despertar con él. A llorar, y reír, y enfurecer, y concentrarse, y distraerse, y hablar, y callar, y conversar con él. Que es amigo y es enemigo, pero finalmente es.

Producción: Laura Vélez Hernández
Podcast
Foco de Cafetería

'Foco de Cafetería' es un podcast creado desde DespisTDAH para abrir conversaciones con pacientes, expertos, familiares y demás personas cercanas al trastorno desde las experiencias, la ciencia, las investigaciones y, sobre todo, el humor.
En este episodio hablamos con Daniela Morales y Marianna Feuillet, ambas en el proceso de conseguir o trabajar en su diagnóstico de TDAH. Conversamos sobre las cargas sociales, laborales y académicas que cada una ha vivido en su camino propio y de cómo se ven los síntomas en cada una de las cotidianidades particulares.
Sobre la despisTDAH
Bienvenido a Diario de una DespisTDAH.
Yo soy Laura, comunicadora social y periodista científica, y me emociona poder compartir este viaje contigo.
Creé este espacio para que funcione como guía para quienes se empiezan a embarcar en este curioso proceso de conocer y mirar al TDAH de frente; para saber que esto no está todo en tu cabeza, sino que está en tu cerebro –literalmente.
Ha sido un camino difícil, pero este espacio es lo que me ha permitido seguir adelante. Y espero que en tu caso sea igual.
Gracias por recorrerlo conmigo.
